Las excavaciones arqueológicas en el monasterio sacan a la luz decenas de cuerpos de quienes habitaron el complejo durante 600 años, desde el siglo XIII hasta la Desamortización de Mendizábal
En el claustro de San Juan de Ortega no se veía un monje desde hace casi 200 años. Al menos no uno de sus moradores, que salieron de allí con la Desamortización de Mendizábal en 1836. Pero algunos de sus antiguos residentes, que descansaban bajo la tierra y el paso de los siglos, han vuelto a ver la luz del frío mes de enero burgalés. O mejor dicho, sus restos inertes.
Hasta este viernes se habían excavado unas 20 fosas con un número indeterminado de individuos cuyos restos aún deben ser analizados. Y es previsible que sigan descubriendo muchos más enterramientos teniendo en cuenta que el claustro fue utilizado durante tanto tiempo como cementerio para los monjes, primero Agustinos y luego Jerónimos.Los trabajos arqueológicos vinculados a las obras de restauración del monasterio situado en plena ruta jacobea han descubierto decenas de cuerpos de los religiosos que vivieron allí entre los siglos XIII (asociados a la primitiva iglesia románica) y XIX.
Los hallazgos, en cualquier caso, no han sorprendido a quienes ya los tenían previamente estudiados. María Negredo, directora de las excavaciones que lleva a cabo la empresa Aratikos explica a pie de obra que en el año 2011 «ya se habían realizado distintas catas» para comprobar los niveles geológicos y tenían una idea bastante aproximada de la secuencia de ocupación del monasterio, tanto en el patio del claustro, como en los soportales, en la nave norte o en la zona de la hospedería.
Los expertos creen que todos ellos son religiosos que vivían allí o, de lo contrario, personas que en su día donaron fondos para la construcción o el mantenimiento del monasterio, pero no pueden asegurarlo todavía porque no han estudiado los restos ni han encontrado documentos u objetos que les ayuden a identificarlos. Ni siquiera rosarios o cruces, en el caso de los monjes.
La mayoría están en el ala sur del patio, el más cercano a la iglesia. Todos parecen hombres, por la forma de la pelvis, y serían enterrados con sus hábitos o algún sudario que no se ha conservado. Únicamente han hallado restos de loza y material cerámico de los siglos XV y XVI que probablemente se romperían y acabarían sepultados durante algún proceso de ampliación o remodelación del claustro.
María Negredo apunta que «lo que menos conocemos es la zona de refectorio situada al oeste, porque hasta ahora ha estado dedicada a la exposición que la Junta tenía asociada al tema de San Juan de Ortega y los hitos jacobeos» y aclara que apenas llevan dos semanas excavando y que «ni siquiera» han avanzado una cuarta parte de lo previsto, que además de la parte cubierta del claustro contempla el patio central y la Sala Capitular.
Los osarios hallados hasta el momento están parcialmente removidos por sucesivos enterramientos de varios individuos procedentes de distintas épocas obligados a compartir la misma fosa por falta de espacio. Algunos incluso están cortados por las obras de drenaje realizadas en los años 70 y que incluyeron la colocación de tuberías bajo el claustro.
A la espera de una dotación presupuestaria expresa para realizar las investigaciones sobre los restos, lo previsto de momento es que queden custodiados en una parte del monasterio, convenientemente documentados y apartados para permitir continuar con las obras de consolidación del conjunto del cenobio.
Usos de futuro. Las obras que ahora tienen lugar en el Monasterio de San Juan de Ortega son solo una primera fase de un ambicioso proyecto de rehabilitación que pretende devolver la vida a este espacio tan emblemático del Camino de Santiago a su paso por Burgos pero que fue víctima del abandono durante décadas.
La unión temporal de empresas formada por Contratas y Obras San Gregorio y Restauración de Edificios, Artesonados y Retablos Alonso es la encargada de unos trabajos que fueron adjudicados en septiembre y comenzaron en diciembre. El presupuesto de estos trabajos asciende a 3,1 millones de euros y tiene un plazo de ejecución de nada menos que 36 meses.
Se tardarán, por tanto, tres años solo en estas labores iniciales que incluyen la restauración de las cubiertas y sus armaduras estructurales y de paramentos exteriores de piedra, la construcción de una nueva arquería en el ala norte del claustro o la reparación del conjunto y el aprovechamiento de elementos originales que estén en buen estado. Tendrán que decidir, por ejemplo, el destino de los grandes bloques de piedra retirados temporalmente del claustro que se han almacenado en un terreno de propiedad privada situados en la parte trasera del conjunto.
Además, también se procederá al refuerzo de las techumbres de madera para adaptarlas a los nuevos usos que en el futuro tendrá el inmueble, así como de todos los núcleos de comunicación vertical. En los próximos meses también se llevarán a cabo reparaciones puntuales en la terraza situada sobre el atrio de la capilla de San Nicolás, una de las partes más dañadas del monasterio, así como la distribución interior de las plantas baja, entreplanta y segunda para los espacios comunes y futuros alojamientos.
El cartelón exterior situado a las puertas de la iglesia de San Juan de Ortega por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León recuerda que la pretensión de la administración es convertir el conjunto en un centro cultural, albergue de peregrinos y centro asistencial. Estos son los usos establecidos en 2009 en un convenio entre la Junta de Castilla y León, la Fundación Caja de Burgos y el Arzobispado de Burgos. Sin embargo, algunos detalles, y no menores, están sin concretar y deberán limarse de cara al año 2016 cuando, en teoría, habrá acabado la rehabilitación actual.
De momento en los planos de la restauración se indica que en el sótano se ubicará un salón de usos múltiples y en la planta baja una cafetería, un restaurante, terraza y zonas comunes del albergue que ocuparía el claustrillo donde está ahora. En la entreplanta y planta primera estarían las habitaciones de la hospedería, mientras que la segunda se destinará a centro asistencial para enfermos terminales con doce habitaciones, enfermería, consultorio médico, sala de estar y comedor. Se trata, por tanto, de una especie de residencia privada que será lo primero que empiece a funcionar en el conjunto monacal y que gestionará la Fundación Diper, la misma que en la actualidad lleva el albergue de peregrinos ubicado en el mismo complejo (actualmente está cerrado por ser temporada invernal).
Fuente de la noticia:
H. Jiménez / Burgos - domingo, 26 de enero de 2014